El encanto de la «cuentista»

En nuestra reunión de marzo tuvimos la suerte de contar con la presencia de Montse Garnacho, la autora de Constantino Turón, el cómic que habíamos estado leyendo.

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El encuentro con ella fue todo «un regalo», como comentamos después. Durante la hora y media larga que estuvo con nosotras nos contó cómo había creado este cómic a partir de retazos de conversaciones con quienes habían conocido a este personaje o habían oído hablar de él a sus familiares y vecinos.

Nos explicó que todos ellos le comentaron con satisfacción el célebre robo a los Figaredo, la anécdota que aparece en la primera escena de la obra, en la que Constantino consigue engañar a esta familia y entrar en la casa disfrazado de religioso. Porque Constantino era un personajes querido por quienes lo conocieron: un bandido generoso, un ladrón bueno que robaba a los ricos para dárselo a los pobres. Por eso el sentimiento del pueblo hacia él fue siempre de agradecimiento: por sus actos, por la ternura que siempre demostró hacia los niños, y porque nunca cometió delitos de sangre.

Nos habló también de Bances, el por aquel entonces jovencísimo dibujante que hizo las viñetas del cómic, y cómo durante el proceso de creación se enteró de que el bandido también había robado a su propio abuelo, dueño en aquella época de una cementera, a quien sustrajo la nómina del mes con la que iba a pagar a los obreros.

Nos aseguró que todos los hechos que se cuentan en el cómic están basados en la realidad histórica de Constantino Turón, y que la mayoría de los personajes que aparecen en él están creados a partir de personas reales conocidas por ella, y que los introduce como reconocimiento y homenaje. Solo Rosina es pura ficción: un recurso literario para justificar el hecho de que Constantino no se vaya, no emigre a América, y permanezca toda su vida en Asturias.

Durante el encuentro Garnacho también nos habló de sus otras obras: Hombres y carbón, que escribió con ese título, aunque posteriormente descubriera que siempre ha habido mujeres mineras… y muchas; Donde la culebra canta, porque las mujeres siempre han estado inevitablemente ligadas al agua, Maruxes y Xuanes obra de teatro costumbrista con la que quiso invitar a pensar «a los sus monstruinos» de 3º de la ESO sobre la igualdad entre hombres y mujeres; y por supuesto Caleyes con oficiu, esos ciento y pico artículos, originariamente publicados en La Nueva España, en los que la autora supo retratar como nadie muchos oficios tradicionales casi olvidados, con «esi restallón», esa anécdota, ese comentario del protagonista «que hacía distinta una caleya a otra».

En definitiva, fue una tarde entrañable en compañía de una magnífica «cuentista» en el mejor sentido de la palabra. Una tarde en la que disfrutamos como niñas de las historias que nos quiso contar mientras tomábamos un café con casadiellas, aunque quizás la mejor receta para acompañar la historia de Constantino Turón hubiera sido una buena boroña.